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No se vive de las ferias

¿O sí? Lo cierto es que no conocemos a nadie que las acoja de buen agrado, porque suponen un frenazo en la dinámica diaria.

Apenas ha empezado el año y ya contamos casi por una decena las convenciones con dos o tres siglas , y luego vendrán otras tantas ferias o muestras nacionales de gastronomía en las que, según los supuestos eruditos en la materia, "hay que estar". Convenciones donde se derrocha y se descorcha, se promete sin meter hasta nublar la razón, y tienen en sus protagonistas gastronómicos, escasa o malamente remunerados en muchas ocasiones, el único atractivo para el visitante, que ansía poder probar 'de gañote' la última creación de fulano de tal. 

Sentimos -o siento, porque aquí escribo yo- no comulgar con ese pulpo como animal de compañía. No creo que ese tipo de muestras hagan nada reseñable por la gastronomía, o al menos no por la que verdaderamente lo necesita. Año tras año vemos a los mismos haciendo lo mismo, y un grupo de gregarios, que aspiran a todo lo que cuatro iluminados les han dicho que pueden conseguir, intentar acumular minutos de presencia en un streaming completamente banal, que no pasará a la historia. Y mientras, sus negocios, frenados o con cojera. No lo olvidemos: la experiencia, tal y como está montado el chiringuito, exige de la presencia del alma mater del proyecto para cerrar el círculo. Y si no es así, siempre queda la espinita. El 'tengo que volver, pero cuando esté él'. O ella, aunque desafortunadamente son unos mas que otras. 

¿Tiene sentido frenar las dinámicas diarias de un negocio, descabezándolo durante varias jornadas, a cambio de una foto y un apretón de manos? ¿Qué beneficio directo le reporta a todos aquellos que no son 'cabezas de serie', el invertir los días en aparecer por el palacio de congresos de turno, cuando su respeto y su rédito se ganan dirigiendo sus cocinas? Pues ya lo digo yo, y repito, es un ensayo: ninguno.

Sucede que, detrás de las estrellas, de las fotos y del aplauso, hay personas. Inquietudes, rutinas y conversaciones a la lumbre de un pitillo antes del servicio. Comidas de personal mundanas y triviales, visitas de proveedores o clientes despistados con los que entablar una conversación. Quizá haya más gastronomía en esa tramoya, que en esos congresos rancios y felones que te obligan a bailar la conga para salir en la foto. 

VMD

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