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Una tradición recuperada
Decía Louis Pasteur que “hay más sabiduría en una botella de vino, que en todos los libros” y qué razón tenía. Algo parecido debieron pensar nuestros amigos de La Melonera, sobre este preciado líquido, cuyo origen data de la Edad de Bronce y que, afortunadamente, perdura hasta nuestros días.
La aventura en la que este grupo de emprendedores decidió embarcarse era desafiante, inconmensurable y suponía un arduo trabajo de investigación. El objetivo: recuperar una tradición vitivinícola con más de 3000 años de antigüedad, cepas de uvas ya desaparecidas.
Comenzaba una aventura que no iba a ser fácil. La primera fase, la de investigación, se inició indagando en los libros y escritos de la familia Suqué Mateu, quienes desde 1923 habían alojado su biblioteca privada en el Castillo de Perelada. Fue un libro de Simón de Rojas Clemente, fechado en 1807, el encargado de revelar la respuesta: la serranía de Ronda presentaba unas características idóneas para el cultivo de la vid, que se vio brutalmente azotada a finales del siglo XIX a causa de la filoxera.

La Serranía de Ronda siempre ha sido un referente desde que los fenicios la ocuparan por primera vez hacia el 1200 a.C.. Su buena reputación vitivinícola se ha mantenido a través de la historia y llegando hasta nuestros días a través de las crónicas de Plinio. Testimonio que se confirma en las monedas acuñadas con racimos de uvas encontradas en Acinipo, la ciudad romana asentada en el territorio que hoy día ocupa Ronda, a pocos kilómetros de La Melonera.
Hasta que la plaga de filoxera azotara a los cultivos rondeños a mediados del XIX, las variedades de uva autóctonas que aquí tenían lugar habían sido vendidas para su comercio al resto del mundo. Se trataba de especies de calidad y de fácil exportación dada la cercanía con los puertos de embarque hacia las Américas.
Gracias a la búsqueda en los escritos, se pudieron rastrear aquellas cepas autóctonas como La Melonera o la Blasco, tras siglos desaparecidas. Tras un largo proceso de recuperado y trasplantado, actualmente estas variedades se cultivan en un ecosistema privilegiado: una finca-dehesa de 200 hectáreas cuya orientación, altitud y temperaturas. Estas condiciones idóneas han desembocado en una tradición recuperada por La Melonera. Unos ingredientes cuidados al detalle que han permitido que estas vides de cepas autóctonas vuelvan a crecer para transformarse en vinos con personalidad propia como La Encina del Inglés o Payoya Negra.

Si quieres saber más sobre esta apasionante historia, puedes programar tu visita a La Melonera y realizar una interesantísima experiencia sensorial en un enclave privilegiado. Para ello, puedes contactar con ellos a través del teléfono +34 661 472 979 o mediante este enlace.